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Brian Johnson (Dius Vintari)

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Mensaje  Salyus Dom Abr 20, 2014 11:52 am

BRIAN JOHNSON


La tradición en Magnostad es inexistente. Por mucho que intenten los nuevos aristócratas demostrar su alto grado de etiqueta, tener un protocolo para cada situación, es decir, saber realmente lo que hacen y porque lo hacen… NO CUELA.

La aristocracia lleva siglos perfeccionando cada detalle, las bases de su poder, sus costumbres y tradiciones. Magnostad es el equivalente de la Etiqueta Mágica a Sodoma y Gomorra. Por ello, cuando nací yo, pocos años después de la revuelta, hijo de una madre con amplios poderes sobrenaturales y un padre que “algo tenía” mi familia puso todos sus recursos ganados con el sudor de su frente, bueno más bien de la nueva clase proletaria, para que yo, su niño del alma tuviese todo lo que un principito pudiera necesitar,  y querer, y encapricharse.

La nueva aristocracia es denominada a veces, por los aristócratas descastados que hacen su guerrilla en la frontera, como los “nuevos ricos”. Comparto esa opinión.

Mi vida de joven fue bastante compleja, yo era un niño activo, que le gustaba descubrir, encontrar, probar y romper cosas, mi madre estaba dispuesta a que me gastase todo el Zeon de un mes en un flagrante caballo nuevo, pero si rompía un jarrón a un vecino por pasar corriendo por donde estaba puesto (yo creo que mal puesto) mientras escapaba de su Doverman tras haberle puesto picante en la comida, HAY DE DIOS LA QUE SE LIABA.

Mientras creía no entendía muy bien lo que me rodeaba, yo no era mago, pero mi madre hacía como si lo fuese, tengo dos hermanos pequeños y una hermana mayor, pero todos están de acuerdo en que siempre fui el ojito derecho de “mami”, y por otro lado mi padre nunca me hizo mucho caso. Siempre lo lamenté, y aunque demostraba el cariño necesario para “cumplir como padre”, no podía disfrutar de su parte de la educación. Y viendo cómo eran mis hermanos y las que podían liar, debió ser la parte divertida.

Obviamente basta que te digan que no hagas algo, te opriman y te intenten controlar, para que más gracia te tenga hacerlo, y puesto que yo ya era una persona muy graciosa en lo que a temas de meter las narices donde no se me llama, pues ni te cuento si ponían un neón parpadeante diciendo que NI SE TE OCURRA.

Tenía yo 13* años, cuando un buen día, sin que nada pasase, nada raro ni especial, se despertó en mí el Don. Fue una gran celebración, mi madre no cabía en sí de la alegría, y hasta mis hermanos y mi padre se alegraron sinceramente por mí. Ese fue el día en el que decidí que me tenía que largar de allí puesto que esto es solo la versión oficial.

La versión no oficial empieza con mi vecino (sitúate en el barrio más pijo de lo pijo, donde ser pijo es tener mucho poder mágico, echa cuentas) saliendo a hurtadillas por la puerta de atrás de su casa, burdamente disfrazado con un sombrero y una gabardina. Y yo, en una noche de insomnio, escuchando voces que me decían que hiciese cosas una vez más. SIIIGUEELEEE me decían, y yo claro, no me pude resistir a la idea.

Yo nunca fui muy sigiloso, de hecho, la mayor parte del as veces rompía algo o chocaba con algo, y acababa delatándome. Sin embargo, el señor Merlín parecía tan ocupado ese día, que ni se dio cuenta de mi presencia. Se internó en un estanque en medio de sus infinitos jardines y saltó al agua. Yo me acerqué, el agua no tenía más de medio metro de profundidad, y el señor Merlín no parecía estar dándose un baño. Las voces me dijeron SALTAAA. Y salté, que cojones, salté a la bomba como si no hubiese un mañana.

Aparecí en un lugar oscuro y húmedo, lo primero que pensé es que debajo del agua del estanque. Una revisión a posteriori me hizo ver que no debía ser debajo del jardín de mi vecino.

El lugar estaba construido en metal, rejillas debajo de mis pies que dejaban entrever un piso inferior, barandillas con forma de tubos de hierro, y barras de luz que parpadeaban a lo largo del pasillo.

Tras de mí no había ningún portal de vuelta. Debí imaginármelo. Sin embargo, y dicho esto comencé a caminar. El complejo era enorme, cientos de metros de largo, era como un gigantesco andamio construido rodeando algo, que sin perspectiva no sabía muy bien lo que podía llegar a ser.
Tropecé con una puerta abierta con luz dentro, entré tras asegurarme de que no había nadie dentro. Aquel lugar era un estudio, las paredes estaban completamente llenas de planos, números y apuntes, eché un ojo sin entender lo que estaba viendo, hasta que llegué a la mesa, allí había algo más que números, había dibujado cristales, metales con su código de colores y propiedades y las instrucciones para hacer algo con todo eso.

Escuché un ruido y me dispuse a huir, pero el ruido resultó ser la barra de hierro que rozó contra el techo justo antes de golpearme la cabeza. Dolor y oscuridad, VAYA LECHE.

Cuando me desperté estaba atado a un palo de hierro, en mitad de de lo que parecía ser una jaula. Y mientras me recomponía rezaba porque esa esfera con rayos no indicase que todo el metal podía estar electrificado.

Escuché un sonido, eran dos personas hablando, juraría que una de ellas era el señor Merlin, pero su voz no sonaba tan mojigata como de costumbre, tenía fuerza y tesón en ella. Imponía auténtico respeto. Discutían en un idioma desconocido para mi…o quizás era la lejanía, el caso es que no entendí ni jota, bueno, excepto mi nombre y un tono de disgusto. No había que ser muy listo para saber que aquello iba a acabar mal.
Una sombra caminaba por detrás de la esfera de cristal catalizadora de energía. Puso su mano sobre ella, y los rayos que giraban dentro se concentraron donde estaba su mano. Justo en ese momento pudo ver su rostro un instante, un rostro con un gesto macabro.

Fue el instante previo a que toda la jaula empezase a canalizar la electricidad y notase como miles de impulsos convulsionaban mi cuerpo. Pensaba que estaba muerto, pero en ese momento todas las voces en mi cabeza gritaron, mis pupilas se dilataron y mis ojos se iluminaron mientras veía marcha atrás todo lo que había pasado hasta el momento parándose justo en el momento en el que me despertaban las voces. Y allí estaba de nuevo. Como si nada hubiese ocurrido.

¿Sería un sueño? ¿Una mala noche? Quizás el hecho de que estuviese en el mismo momento de la noche indicase que el tiempo no había pasado, pero el dolor de cabeza indicaba que una barra de hierro había impactado justo ahí. No, no era un sueño. No entendía como había vuelto al momento en el que veía a Merlín correr hacía el estanque. Pero mi instinto, y las voces decían que la había cagado, y que esta vez no se iba a solucionar todo con una regañina de Mamá. Notaba la energía mágica fluyendo por mis venas, eso era indudable, y quizás la respuesta a todo y el origen de muchos de mis problemas. La gente a la que había molestado me habría visto, al menos, desaparecer ante sus ojos, o sabe dios qué cosa. Esa jaula debía haberme matado, pero la magia se despertó fuerte en mí, y ellos lo sabían. Tenía que huir, refugiarme en un sitio o lugar donde no me pudiesen encontrar.

Mi madre entró en mi habitación, la magia que me rodeaba era evidente. Se armó un gran revuelo, una fiesta de celebración al o largo del día, un montón de regalos estúpidos, como sedas y joyas se sucedieron, vecinos haciendo la pelota. Yo solo estaba preocupado porque Merlín no viniese, y no vino a mi fiesta. Gracias al don.

Al terminar el día, escribí una nota a mi madre, cogí todos mis regalos y no me resultó difícil venderlos a cambio de un equipo de combate. Yo era grande y corpulento, a nadie le extraño que me hiciese con una armadura y un gigantesco No-dachi.

Me fui, hui todo lo lejos que pude, a mi corta edad de do…trece años. Busque una organización de la que todo el mundo hablaba, se hacían llamar los Custodios grises, y si tuviese alguna noción de política internacional sabría que su importancia era vital.

Yo solo pensé que formar parte de esa organización, y mantener el casco de la armadura puesto todo el tiempo posible así como mis poderes mágicos a baja frecuencia sería la mejor manera de mantenerme a salvo y descubrir que cojones había pasado. Era consciente de que había visto algo que no debía ser visto, y también sabía que esa gente sabía quién era yo.

Mis habilidades fueron suficientes para conseguir entrar en la organización y pasar a ser entrenado en serio.

Tras tres años de preparación el mundo y las misiones se abren ante mí. Tengo que demostrar que soy uno más, no llamar la atención dentro de mis posibilidades y escalar puestos para poder acceder a más información que me dé una pista de como librarme de todo este marrón.


Brian Johnson (Dius Vintari) 1zef295
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