Nando Friol

El ambiente en el que me crié no fue, desde luego, el mejor para criar a un niño. Tengo muy pocos recuerdos de mi madre viviendo en casa, y mis únicas memorias son gritos y discusiones. Se marchó antes de que yo cumpliera tres años, y desde entonces sólo la veo en raras ocasiones durante las vacaciones. Creo que nunca le importé lo más mínimo. Ni ella a mí.

Mi padre tampoco fue ningún modelo a seguir, aunque al menos nunca me abandonó. La obsesión que lo ató siempre a su trabajo hizo que me pasara las largas tardes de mi infancia sólo y encerrado en casa. Nunca vino al colegio a verme jugar al fútbol, deporte que abandoné muy pronto. Pero sé que en el fondo se preocupaba por mí, ya que se aseguró de que siempre tuviera comida, techo y libros para el colegio. Y sé que para él no fue fácil desde lo de mamá.

Desde una edad muy temprana, me sumergí en los libros. No sé si está relacionado con mis problemas familiares, pero nunca se me dio bien hacer amistad con otros chicos y chicas, y descubrí relativamente pronto que el deporte tampoco era lo mío. Cómo no tenía realmente a nadie con quién jugar, leía. Y leí, y seguí leyendo, durante toda mi infancia y adolescencia. Al principio cuentos, luego novelas. Ahora gruesos y pesados volúmenes de Historia, Filosofía, literatura antigua e idiomas.

Tengo 17 años, y este último curso he terminado el Bachillerato. Nunca tuve ningún problema con los estudios, ni siquiera desde que los tengo que compaginar con mis... clases extraordinarias. Pero todavía no sé que voy a hacer el año que viene. Por lo de pronto tratar de conseguir una beca, si no me puedo ir olvidando de la universidad. Y luego, ya se verá.