Aventureros
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Zyna Rashkaderoksh

Ir abajo

Zyna Rashkaderoksh Empty Zyna Rashkaderoksh

Mensaje  Zyna Jue Ago 21, 2014 10:54 pm

Frio…Frio. Tan solo eso…Frio. Helaba mis huesos, congelaba mis pulmones y escarchaba mi piel. El viento me azotaba de tal modo que daba la impresión que solo se dignaba a soplar sobre mí, ignorando todo a mí alrededor, no era así, cierto es, pero eso me parecía.

No recuerdo cuando mi pequeño cuerpecito dejo de moverse y se desplomo pesadamente sobre la nieve. La tormenta arreciaba negándome ver más allá de mis amoratadas manos y lo único que conseguí, costándome unos esfuerzos tremendos, fue sentarme apoyándome en una solitaria roca.


Lejano quedaba el recuerdo de ese apestoso Taer siguiéndome, blandiendo su garrote para aplastar mi pobre cráneo. Poca comida debía de ofrecerle, todo pellejo y huesos, pero mejor eso que ná. Una niñita, una simple niñita, debió pensar, cuando salto del cumulo de nieve desde el cual debía de estar vigilándome; algo fácil y rápido. Hasta que lo recibí de una pedrada supongo, su olor lo había delatado hacía mucho y aunque no lo veía, y a día de antes no sabía que era lo que me atacaba, tuve la precaución de coger el pedrusco más gordo que tenía cabida en mi manita con el disimulo que pude. Y así fue como dicha piedra se incrusto en su ojo izquierdo. Aullidos de dolor y todo lo demás, supongo que algún juramento en su lengua, si es que esas bestias la tenían, puesto que no entendí nada de nada, ni me interesaba en ese momento. Sali corriendo como el viento que empezaba a reunir la tormenta que se iba a desatar, con esa bestia tras mis pies. Sudor y un calor que me empezó a inundar fue lo único que note al frenar en seco y darme la vuelta, ¿porque?, no lo sé, solo sé que me canse de correr no sé cuánto tiempo con las esquirlas de aguanieve incrustándose en mi cara. De repente decidí que me había cansado de todo, tan de repente que no solo me pillaron a mi de improvisto mis acciones, la frenada, el giro, y el enloquecido grito posterior, sino también al Taer que se estampo conmigo al no poder detenerse a tiempo. Su intento de garrotazo a la desesperada quedo largo por mucho, golpeándome casi sin fuerza con su  antebrazo en mi hombro. Caímos los dos en la nieve, desmadejados y rodando un buen trecho. Solo la suerte tuvo que ver en lo que vino después, supongo que Tempus me sonrió aquella vez. Él acabo boca abajo en la nieve y yo de culo con su garrote a mi lado. Un segundo, solo eso, un segundo me basto para que mi cuerpo reaccionara solo. El garrote apareció en mis manos y con el mismo calor que sintiera desde mi elección de no correr más y liberando un alarido más propio de la bestia que me perseguía, me plante a su lado de un salto y lancé un garrotazo a su peluda cabezota. Un cálido chorro de sangre me cubrió al igual que a la nieve que nos rodeaba. Eso habría bastado para la mayoría de la gente, supongo, aunque la mayoría de la gente no habría parado de correr, supongo, ni habría enarbolando su propio garrote contra él, supongo, pero me encontré soltando un garrotazo tras otro hasta que el madero quedo convertido en astillas.

Allí me quede, mirándolo, absorta en su abatido cuerpo hasta que el calor que me inundaba cesó. Empecé a notar el incesante frio rápidamente a medida que mis fuerzas parecían abandonarme; mis hombros se hundieron, mi espalda se me achico y mis brazos se encogieron y entonces, así sin más, corrí. Un pie detrás de otro con una velocidad que no creía que pudiese alcanzar, salte por encima de la nieve, di zancadas, rebote contra un árbol quebrado por no verlo y aun así seguí avanzando como una endemoniada, hasta que la tempestad cayó sobre mí con toda su crudeza. A partir de ahí más lagunas, ande, tropecé y volví a andar y así llegamos al frio…Frio y nada más.

Así permanecí. Descansando contra esa roca mientras la nieve se me acumulaba encima. Me arrebujé en mi misma y me deje llevar. El ulular del viento me acompañaba, llenaba mis oídos, y al final… apaciblemente… me dormí…




-¡Ughoth, eh Ughoth, mira lo que he encontrado! , ¡Creo que es una cría de oso¡- Bramó un hombre en la blanca espesura. Hacía poco que la tormenta amainara y como era su costumbre y la de su compadre Ughoth, habían salido a ver que había dejado tras de sí la tempestad.

-¡Bah!, una cría de oso muerta, eso no es gran cosa Iven. Yo de ti dejaría de jugar con ella antes de que aparezca su má- contestó Ughoth llegando a su lado para ver como su compadre enarbolaba su lanza del revés y le daba toquecitos a su recién encontrado tesoro.
Dada por zanjada la conversación, Ughoth se dispuso a llevar a cabo otros menesteres cuando para sorpresa de ambos la cría de oso se desperezó rápida como el rayo, y desenterrándose apartó la lanza de Iven de un manotazo.

-¡La madre que má parío¡- exclamó Iven antes de que la criatura que erróneamente creyeran un osezno se le tirase encima. Solo los años combatiendo los enemigos de su tierra, no pocos, le hicieron reaccionar tan veloz como su atacante. Soltó su venablo, haciéndolo caer sobre el pie derecho, y rompió la carga de su furioso atacante dando un paso atrás y golpeando con un fuerte gancho de derecha la cabeza de su enemigo, que de pronto se encontraba sin nada a lo que arremeter debido a la maniobra de Iven al alejarse este lo justo. La bestia quedó aturdida el segundo justo para que Iven lo trincase por el pescuezo con una de sus manazas y levantándolo del níveo suelo,- con suma facilidad pensó él- lo empotrase contra un árbol cercano, remató la jugada con un movimiento calculado del pie en el que había posado su venablo previamente, saliendo este disparado hacia arriba, a su mano libre. Iven lo agarró al vuelo dispuesto a atravesar a su enemigo cuando su poderoso brazo se vio detenido por otro no menos firme que se trabo con el suyo.

-¡No, Iven, quieto! –Grito Ughoth, sujetando el brazo y la lanza de su amigo.- Míralo, no es ninguna bestia, es solo…un...un niño.

Iven entornó los ojos y zarandeando a su pequeña presa, lo que lo limpio de la nieve que aun llevaba encima, empezó a reír invocando a su dios, puesto que era la primera vez que veía a un niño tan fiero y fuerte como para casi desarmarlo. ¿Quién eres?, ¿a qué tribu perteneces?, le preguntó al muchacho bajando el arma. Poco reflexiono la pregunta el muchacho, ya que, recuperándose del golpe inicial y viendo que apartaban de su cara el arma que lo amenazaba, empezó a menearse para liberarse dando manotazos y patadas e incluso algún intento de mordisco que Iven atajó de otro fuerte empellón contra el árbol lo que causo que el muchacho se cubriese con algo de nieve de nuevo.
-Veo que eres de pocas palabras, bien- dijo Iven sin parar de reír – porque yo también lo soy. Dicho eso le lanzo su arma a su compadre y de un zamarrazo a puño descubierto dejo inconsciente al muchacho.



Poco después de la llegada de Ughoth e Iven a su aldea, cuando dejaron al todavía indispuesto muchacho al cuidado de la mujer de este último, se dieron cuenta de la verdadera naturaleza de aquel al que habían traído. No habían terminado de comunicarle a Leandra, la parienta de Iven, que iban al salón del consejo a informar de lo que habían descubierto, y de paso beberse una cuantas jarras de espumosa cerveza, cuando esta les vocifero desde el cuarto.
– ¡Pues más vale que primero sepas bien lo que has dejado a mi cargo, porque esto no es un muchacho peazo de zopenco¡-. Llenos de sorpresa los dos hombretones volvieron donde la mujer. Al entrar vieron a Leandra sentada en la cama al lado del “muchacho” apartándole el pelo y limpiándole la cara con un trapo humedecido.

- Porque esto ni es un niño ni es un humano, valiente botarate,- continúo diciendo mientras agarraba a su paciente, ahora despierto, debido a la gélida agua que mojaba su rostro- sino una niña, y ni más ni menos que una semiorca por lo que veo.

Los dos abrieron los ojos como platos sin terminar de creérselo pues aquella criatura que tenían en cama apenas parecía otra cosa que no fuese un niño, bueno, ahora una niña, humana. Sus rasgos no denotaban para nada su ascendencia orca, ni colmillos desarrollados, ni frente prominente, ni porcina nariz. Solo el color entre verde y azulado de su piel que en primera instancia habían creído erróneamente que era debido al frio, y unas orejas, ahora visibles, levemente cuadradas y en punta, demostraban su verdadera  ascendencia. Rasgos que a Leandra, al contrario que a su marido, no le habían pasado por alto.

-Por suerte para la criatura no se parece en ná a su padre- comentó Leandra, rompiendo el silencio, y continuando con sus labores de limpieza. Aunque la obstinada niña no paraba quieta.

-O a su madre, quien sabe- remacho Ughoth acercándose a ella.

Iven rompió a reír a sonoras carcajadas de un modo desproporcionado, provocando que todos los presentes dejasen todo lo que estaban haciendo, incluida la niña, que freno sus impertinentes intentos de negar el aseo.

-¿Iven?- preguntó su mujer.

-Nada mujer, nada –dijo Iven entre risotadas- ahora comprendo la fuerza con la que esa bestezuela rechazó mi arma. ¿Sabes qué? pequeña salvaje- continuo dirigiéndose a la niña- te gustara conocer al único en toda mi vida que me ha hecho algo parecido. Es el hijo predilecto de nuestro clan y es como tú, un condenado semiorco. Ughoth, compadre, ven, tenemos cosas que hacer y gente con la que hablar…

-No…-interrumpió tímidamente la niña. Adelantándose a Leandra que iba a pedir algún tipo de explicación.

-No, ¿Qué?- pregunto Ughoth, dispuesto a salir por la puerta, con la curiosidad plasmada en su cara.

-No yo ser ninguna “bestiezuila”, ser Zyna…-contesto entre pensativa y sorprendida de lo que acababa de decir.
Iven, que se negaba a abandonar su gran sonrisa, la miro con profundidad y asintió con la cabeza.

-Que así sea pues. Zyna serás llamá y que me cuelguen si sé de dónde vienes, que estabas haciendo allí fuera o como has sobrevivío. Peo una cosa sí sé, la gente en Rashemen no nace siendo de un clan, eso hay que ganárselo, y tú has empezado a ganártelo si es que quieres pertenecer a él. Debes elegir los caminos que s’abren ante ti a partir de este momento Zyna, y hacerlo bien.

No se sabría decir si fue por la situación o por sus palabras, lo cierto es que  nadie en la habitación ni dijo ni rebatió nada. Iven salió por la puerta llevándose a su anonadado compadre poco más que arrastras. Apenas habían traspasado el umbral de la casa cuando Ughoth, algo recompuesto, le preguntó que estaba pasando. Lo único que recibió como respuesta fue una amplia sonrisa y estas palabras:- Ya verás cuando se lo diga a Ukomark, tú ya verás-, mientras se encaminaban directamente al salón del consejo. Ya no había tiempo para las espumosas cervezas, ahora no.

Fragmento de la vida de Zyna Rashkaderoksh. Primer recuerdo.
Zyna
Zyna
Aliado
Aliado

Mensajes : 2
Fecha de inscripción : 21/08/2014

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba


 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.