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Pequeño Saltamontes de un Amanecer Lejano

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Mensaje  Julius Sáb Oct 28, 2017 11:03 am

Era un hermoso y rojizo atardecer cuando un vigía del Santuario daba la alarma de que alguien se acercaba por el suroeste, como si viniera directamente del desierto. Cuándo esta figura se acercó más el vigía percibió que era un niño, que además parecía estar a punto de derrumbarse. Cuando abrieron las puertas los soldados quedaron muy impresionados con lo que vieron, un niño de unos siete u ocho años, descalzo y vestido con harapos, pálido y enfermizo, sangrando por boca y nariz, con un pequeño zurrón y abrazando a un pequeño monito, como si fuera su peluche. Estaban pensando cómo habría llegado este niño hasta allí, cuando con una voz que expresaba una seguridad sobrenatural dijo: " He venido a vosotros en estos tiempos de necesidad”  
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  Yosiro, el guardia más odioso del Santuario, le pregunto:
-"¿cómo te llamas mocoso?"
- "Me llamo Gand...no, Dumbl...no, Mer......mmm... llamadme El Cristo"
-"¿No sabes ni tu nombre mocoso? Hagamos algo:" - Cogió el zurrón del niño y lo lanzó, enganchándolo en lo alto de un mástil de bandera de unos seis metros de altitud- "Coge tu zurrón y te dejaremos quedarte"
-"¿Solo eso, patán?" - entonces el niño levanto una mano, hizo unos extraños gestos, mientras gritaba: "¡NUBE KINDOM!!!" y un rayo de luz dorado salió de su mano hacia el cielo, en ese momento una pequeña nube bajó disparada de los cielos y se acercó a él, que se subió de un ágil salto y le acercó lenta y suavemente a lo alto del mástil. El Cristo cogió su zurrón, bajó con los desconcertados guardias y les dijo: " ¿Ya hemos dejado de perder el tiempo?, excelente, ahora llevadme ante vuestros líderes, muy pronto tendréis que elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil, y sin mi ayuda puede que la elección sea la incorrecta."

  Tras no pocas discusiones los Lugartenientes del Santuario decidieron enviar al pequeño mocoso a una misión para ver si era capaz de ser de utilidad, o por lo menos sobrevivir, y grande fue su sorpresa cuando el grupo volvió al completo y con la misión cumplida, con inesperadas consecuencias a mayores. Así que decidieron que podría formar parte de la Compañía, y así verían hasta donde podría expandir su potencial. Si es que no moría cualquier día de estos de la extraña enfermedad que lo aquejaba, claro.

  Por cierto, que quien lo había visto antes de partir a la misión puede notar un cambio sorprendente en su aspecto, parecía mucho menos pálido y enfermizo, como si el viaje lo hubiera vigorizado mágicamente. Cuando le preguntaron que le había pasado respondió con estas cripticas palabras: "No todo el oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida; a las raíces profundas no llega la escarcha; el viejo vigoroso no se marchita, Y ahora llamarme por mi nombre: Pequeño Saltamontes de un Amanecer Lejano"
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Julius
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Mensaje  Julius Sáb Mar 24, 2018 5:44 am

A ti y solo a ti, mi querido amigo, te contaré mi Historia, de como he llegado hasta aquí , y porqué soy como soy:

Lo mejor es que empiece por el principio. Nací en una humilde y decente casita en Ciudad Imperial, mi madre era bailarina en la corte, y mi padre era un bibliotecario que no se explicaba como había tenido la suerte de casarse con ella. Fueron muy felices hasta que nací yo, y lo seguirían siendo de no morir mi madre en el parto. No se puede decir que empezara con muy buen pie. Destrozado por el dolor mi padre hizo lo que pudo para sacarme adelante, incluso se llevó varias alegrías, porque con solo seis meses aprendí a hablar. Ya fue un poco más inquietante cuando con apenas un año aprendí a leer. Cuando a los dos empecé a escribir ya estaba bastante asustado. Y cuando a los tres años ya escribía perfectamente en Alto y Bajo Reino decidió que era mejor que nadie lo supiera. Así que, como de todas formas ya sabia todo lo que iban a enseñar en la escuela, pues nunca me apuntó. Y en vez de eso me traía un montón de libros que yo leía en las largas horas que el pasaba trabajando. No tenia amigos, porque para mí los niños de mi edad eran todos como bebes, pero de todas formas no estaba triste, porque me encantaba todo lo que aprendía en aquellos libros.

Era verano, apenas dos semanas después de cumplir los cinco, yo me encontraba leyendo en mi lugar favorito, a la sombra de un vetusto sicomoro, en un jardín público, cuando una joven noble cambió mi vida para siempre. Apenas tendría catorce años y venia riéndose con dos amigas y dos armarios empotrados a modo de guardaespaldas. Era muy bonita . Al parecer también ella se había dado cuenta de la belleza de mi rincón pues pretendía montar allí una especie de picnic. Se fijó en mis pobres ropas y en que no tenia zapatos, y cuando leyó el título del libro que estaba en mis manos "La levedad de la moral hiperbórea", de Teocrates, se echó a reír. "No deberías robar libros para hacer dibujitos mocoso, ya te estas largando antes de que avise a la guardia y te metan en una fría mazmorra" dijo con una sonrisa ,y semejante arrogancia que yo note como la irá crecía dentro de mi. En ese momento decidí darle una lección y besando su mano le dije: "por supuesto princesa" le sonreí y me alejé dejándola feliz y atónita en mi lugar de lectura favorita.

En cuanto salí del jardín le eché un vistazo al precioso anillo de oricalco con un rubí engarzado, que le había sustraído mientras la besaba. "Me llamaste ladrón, pues ahora lo soy" dije en voz alta sin darme cuenta. "Efectivamente " dijo una voz a mis espaldas. En mi favor he de decir que no me meé por encima, pero poco me faltó. Resulta que toda la escena había sido observada por Geppetto Jenkins, líder de la cofradía de ladrones, que al parecer buscaba mi mismo botín. Y ese robo acababa de hacerme entrar el la cofradía como el miembro más joven en sus cuatrocientos años de historia. No es que tuviera mucha elección.

Ese año también aprendí muchas cosas, pero mas relacionadas con entrar en casas en sigilo, robar bolsas y esquivar a guardianes. Afortunadamente como siempre aprendí muy rápido, porque sino sospecho que no habrían pasado mas de unas pocas semanas sin que me descubrieran y me metieran en una mazmorra, o algo peor.

...continuara...
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Mensaje  Julius Mar Abr 17, 2018 4:51 am

...no te voy a engañar, mi querido amigo, fue un año muy divertido. Por primera vez en mi vida no estaba solo, y debo decir que la mayoría de los tipos que conocí eran bastante interesantes. Solo un puñado era considerablemente lerdos, y esos eran los únicos con los que no me llevaba bien (realmente estoy seguro de que de no contar con el mecenazgo del Jefe, se pelearían por tener el honor de degollarme). Le pregunte a Geppetto como es que se permitía la entrada en el gremio de semejantes nulidades, y con una sonrisa y una sinceridad reflejo de la mía (y ahí entendí lo molesto que puedo llegar a ser) me dijo: "no saben casi nada del gremio, y alguien tiene que cargar con las culpas de vez en cuando".  Ese día entendí la naturaleza de nuestra relación, y supe que no debía encariñarme demasiado con aquella gente.

  Llevaba casi un año con ellos, y cuando el Jefe me llamó para mi siguiente misión, no pude sospechar que seria la última. "No te voy a mentir, mi querido amigo, se trata de una misión arriesgada, pero que si la haces bien podrías ser el ladrón retirado más joven de la historia. ¿te acuerdas de la jovencita que fue tu primer trabajo en aquel parque hace apenas un año?, pues debes entrar en su mansión y robar una pequeña daga de jade añil. La daga esta dentro de una caja fuerte imposible de abrir sin una llave, la buena noticia es que el robo de la llave fue tu primer trabajo. Mientras me contaba todo esto sonreía mucho, y yo había aprendido que cuando Geppetto sonreía era mejor correr, pero como siempre me pudo la curiosidad, y además si que me acordaba de la chica, y aún no se porqué me apetecía volverla a ver.

  Enseguida comprendí que me estaba metiendo en algo demasiado gordo para mi, la mansión era una fortaleza, y la caja fuerte estaba dentro de una habitación cerrada por una reja que según Geppeto era mágica y no se podía abrir sin ser descubierto. En la reja había huecos entre los cuales ningún ladrón podía pasar. Ninguno excepto uno que tuviera escasos seis años y un cuerpo más delgado que un gato callejero. En ese momento me di cuenta de que todo el tiempo empleado en adiestrarme, toda la paciencia en aguantar mis impertinencias, y toda la protección que había gozado ese año eran una inversión por parte de Geppetto, un coste para lo que iba a hacer aquella noche. Bueno, pues quedaras satisfecho, me dije.


 Fue la noche del robo, mientras estudiaba la formidable fortaleza que iba a asaltar, cuando escuche por primera vez esa voz en mi cabeza: "no lo hagas, aún no estas preparado" . La verdad es que salté en el sitio, estaba seguro de haberla oído, y de que no había sido con los oídos sino con la mente. De todas formas no había nada que pensar, de no hacer el trabajo no habría hueco oscuro donde esconderme de la ira del Jefe, así que respiré profundo, y me puse manos a la obra. Probablemente debería haber buscado ese hueco.


  Llegar hasta la caja fuerte no fue fácil, pero lo logré, una vez allí descifré como usar el anillo de oricalco a modo de llave y en pocos minutos estaba contemplando lo que parecía ser una diminuta daga de apenas cuatro pulgadas de hoja y de color levemente índigo y sin adornos. No me dejé llevar por el aspecto del botín, porque sabia que toda aquella seguridad no estaría allí para nada, así que me dispuse a coger la daga cuando volví a escuchar aquella voz en mi cabeza: " No lo hagas!! es demasiado pronto y no quiero perderte antes de haberte encontrado!! " . Esta fue la primera vez que me di cuenta que los más inteligentes hacen las mayores estupideces. Cogí la daga y la metí rápidamente en mi zurrón, pero enseguida me di cuenta de que algo iba terriblemente mal, tenía un fuerte dolor en el pecho y me empecé a sangrar por nariz y oídos . A duras penas conseguí salir de la mansión sin que me descubrieran. Tambaleándome me dirigí al punto de reunión donde se suponía que debía entregar la mercancía: la trastienda de una sórdida taberna llamada La Virtud de la Princesa.


  A punto de desmayarme llegue a la puerta de la taberna, entré a trompicones y me di de morros con un conocido del gremio llamado Bulvasur, yo solía llamarlo El Lerdo Mayor, aunque solo cuando no me oía, porque era fuerte como un jabalí y mucho menos inteligente; caí, y entonces me di cuenta de que no podría levantarme. Jadeando le dije: "llevo esto para el Jefe... importante...mientras señalaba la trastienda". Alguna visión de dorada recompensa debió de pasar por su mente porcina, porque con una sonrisa y un gruñido me dijo, "yo lo llevaré", mientras me arrebataba la bolsa. Incapaz de impedírselo contemplé con resignación como se adentraba en la trastienda. Poco después estaba intentando levantarme cuando una fuerte explosión de fuego sacudió toda la taberna, derribando a los más alejados de la trastienda y consumiendo a los que se encontraban más cerca. "Sin cabos sueltos", pensé mientras me desmayaba.


Continuara....
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